Artículos varios

Del libro de Arthur Braverman

Living and Dying in Zazen, Five Zen Masters of Modern Japan

(Vivir y morir en Zezen, cinco Maestros Zen del Japón moderno)

¿Llama usted a una mujer instructor Zen, maestro zen o maestra Zen? En Japón, esto no es un problema, por lo menos, no en instituciones Zen “ortodoxas”. Hay abadesas de templos Zen, pero que en realidad no llegan a ser consideradas maestros Zen en sentido formal. Mujeres con poder espiritual en Japón pueden llegar a ser médiums, astrólogas y consejeras espirituales, pero no, por lo que yo sé, maestras zen.
Esto no significa que no se pueda encontrar maestras Zen en Japón fuera de los círculos Zen “ortodoxos”. Cuando los japoneses sienten algún tipo de destreza espiritual en una persona, no les importa si se trata de un o una: acudirán a esa persona para pedirle consejo.
Históricamente, los japoneses han considerado que las mujeres son los intérpretes adecuados de la enseñanza de los dioses. De hecho, el primer líder registrado  espiritual y político de Japón fue Himiko (o Pimiko), una reina cuya autoridad se basó en sus poderes religiosos o mágicos. Ella era una chamán que las crónicas chinas describen como soltera con mil mujeres asistentes y un hombre, y que pasó su tiempo con la magia y la hechicería. Era una mediadora entre el pueblo y sus dioses.
La constitución Meiji (1889) afirmó que el emperador era el sucesor de un ininterrumpido linaje sagrado de sangre, en base a los descendientes varones. Pero las personas no son tan ingenuas como sus líderes o sus instituciones. Cuando alguien demuestra el poder de su presencia, acuden a esa persona para su consejo independientemente de su sexo.
Así que cuando Motoko Ikebe (1900-1990) demostró un conocimiento especial o tal vez un estilo de vida indicativo de alguien fuera de lo normal, la gente vino a ella para pedirle consejo. Motoko sensei, sin embargo, era diferente de la típica mujer vidente con poderes mágicos, aunque ella pudo haber sido simplemente eso para muchos de los que vinieron a ella para pedirle consejo. Motoko recomendó zazen y ella misma lo practicó con regularidad.
En 1940, ella y su marido, Kohaku, se trasladaron a Nose, un pequeño pueblo de montaña en las colinas de la prefectura de Hyogo. Ambos artistas con ideas sobre la unidad del arte, la naturaleza y la espiritualidad, se trasladaron para vivir una vida sencilla, obteniendo su sustento espiritual y físico de la tierra. Kohaku, 10 años mayor que Motoko, fue tanto su mentor como su marido. Cuando él comenzó a practicar zazen, Motoko le siguió. Zazen se convirtió en una parte principal de sus vidas.
Cuando Kohaku moría a la edad de setenta y un años, le dijo a Motoko que ya no estaba preocupado por ella. Se dio cuenta de que ella se había convertido en una persona auténtica, y él podía dejarla sabiendo que ya no le necesitaba. Motoku iba a vivir otros treinta años después de la muerte de Kohaku y se convertiría en una fuente de inspiración para muchos. Con la publicación de un pequeño libro sobre su vida en 1967 a petición de Nakayama Shinsaku, presidente de la editorial Shunjusha, Motoko Ikebe llegó a ser conocida en el mundo japonés fuera de su pequeño círculo de amigos.
Un grupo de estudiantes se unió a ella para reuniones de zen en el que escuchaban sus charlas y se sentaban en zazen juntos. Aunque Motoko murió en 1990, sus alumnos todavía se juntan para hacer zazen y escuchar grabaciones de sus charlas Zen. Lo siguiente son extractos de algunas de esas conversaciones.



motoko
No existe una expresión con un significado más profundo que el de la palabra “sólo” (shikan) en “sólo sentarse” (shikantaza). No importa qué, simplemente deshaciéndote de la actividad nacida de actos ignorantes, te sientas allí; significa que no estás siendo engañado. Pones fin a la ilusión y te sientas.

“Pero la mayoría de la gente no puede hacer eso”, se dice. Eso se debe a que se aferran a la ilusión. “Las ilusiones suben de nuevo. No hay nada que se pueda hacer”. Entonces sacudes la cabeza y te sacudes el pensamiento ilusorio. Piensas “Ahora va bien”. Entonces se levantan de nuevo. Durante una hora sacudes la cabeza, sin éxito. Aferrándote a las ilusiones y tratando de expulsarlas, crees que van a desaparecer. Deja ya eso, pon fin al pensamiento ilusorio. Al prestar atención a estos delirios, ellos regresan.
Sólo pon fin al pensamiento ilusorio y siéntate. La tarea más elevada que un ser humano puede hacer es acabar con el pensamiento ilusorio. Zazen significa simplemente sentarse. No ser engañado. No pienses “bueno”, no pienses “malo”. Se dice, “clarifica tu vida, clarifica tu muerte, ese es el sentido más importante del budismo.” En verdad, simplemente sentarse.  Eso es todo lo que hay.
Hemos caído en esta existencia a causa de nuestro desprecio por la causa y el efecto, así que tenemos que volver a un lugar donde detenemos la mente causal. Tenemos que trascender causa y efecto. Eso es zazen. Zazen es cesar de crear karma. Esa es la razón por la que nos sentamos, ¿no es así? Para detener la creación de karma y sólo eso. Los seres humanos no pueden hacer nada más que eso. Es una existencia modesta. Seguimos pensando cosas como: “Yo soy un poco más inteligente, o soy un poco más afortunado” Pero los pensamientos no llegan a nada. “Estoy un poco más sano”, y así sucesivamente, nada de eso nos hará ningún bien, no nos será de ninguna utilidad. Sólo sentarse.
Para realmente  caminar el camino de la verdad sólo tienes que dejar de crear ilusiones. Esa es la única cosa que los seres humanos pueden hacer. Ya que el ser humano fue quien creó las ilusiones, todo lo que tiene que hacer es parar. Esa es la única razón para sentarse. No importa lo que sucederá después. Esta totalidad actuará en nosotros desde dentro. Los seres humanos deberían hacer lo que pueden hacer. Es decir, dejar de crear ilusión. Entonces el despertar ya está ahí, para todos y cada uno, sin ninguna duda. Está escrito en el Shushôji (capítulo del Shobogenzo) y en muchos otros textos. Así que no hay necesidad de preocuparse, simplemente dejar de crear ilusiones. “Ah, ahí está de nuevo!” Ese pensamiento también es ilusión. Si se le presta atención, no hay límite a la ilusión. Así que deja de crear ilusiones y sólo siéntate. Luego, cuando lo encaras de esta manera, lo que es tu vida, sobre la base de tu práctica, la postura en la que dejas de crear ilusiones es la única mente verdadera. La verdadera sabiduría de la vida viene de esto, de este trabajo. Surgirá desde la mente verdadera, sin duda.
Cuando dices, “¡Otra ilusión! No puedo hacer nada al respecto”. Estás dando ruedas a estos delirios, ¿no es así? Y cuando dices, “¿Por qué se manifiestan? Soy tan desgraciado”, estás reteniendo a este “desgraciado yo”. No hay tal cosa. Así que déjalo ir y no habrá ningún problema. “Si eso es cierto”, dices, “si está bien sentarse allí en medio de la confusión ¿no sería mejor simplemente irse a dormir?” Despertar y dormir son relativos. Si no estás durmiendo, estás despierto. No estamos hablando de los problemas de este mundo como “despertar” o “dormir”.
Hay algo ajeno a todo eso -algo que continua despierto toda la eternidad, algo que continúa aunque mueras. Ahí es donde tienes que sentarse. Allí, tu mente se vuelve perfectamente clara y cálida. Puedes pensar que me refiero a cálido en el sentido de la temperatura corporal, pero no. Puedes pensar que por claro me refiero al cielo azul o a una noche de luna llena. Pero estos ejemplos son innecesarios. Esto trasciende los ejemplos. El santo, Ippen, lo llamó, “la no-mente quiescente”. Debes sentarte en “la no-mente quiescente”. La mente no se pone a trabajar. Cuando surja, déjala como está. Déjala ser. Debido a que les prestas atención, las cosas surgen una tras otra sin cesar. A esto le llamamos el demonio porque se encuentra en el camino de nuestra escapatoria de los tres mundos.
Ahora bien, si realmente te sientas en la no-mente quiescente, es muy difícil que lo hagas durante una hora seguida. Puedes decir “escucho sonidos”. Dado que es una prueba de que tus oídos están funcionando bien, regocíjate de ello. Si no oyeses nada cuando estás sentado, sería motivo de alarma. Puede que digas “mis piernas se están durmiendo”. Si tus piernas no se entumecieran, algo malo podría estar pasando. No te preocupes por el entumecimiento; no se puede evitar. Simplemente cambia la posición de sus piernas.
Sólo para de crear ilusiones; no te engañes. Tienes que sentarte de manera que el engaño no tenga ninguna relación real contigo. Esa es la manera de sentarse.
Nacimiento, muerte, y entre ambos, cada respiración es vida-muerte. Así que no necesitas preocuparte por ello; la muerte es una ilusión. Si haces zazen, te darás cuenta de ello.


Mente de principiante



Shunryu Suzuki
A la mente del principiante se le presentan muchas posíbilidades; a la del experto, pocas. Se suele decir que la práctica del Zen es difícil, pero hay una gran equivocación en lo que respecta al porqué. No es difícil por el mero hecho de que resulte arduo sentarse en la posición de piernas cruzadas o alcanzar la iluminación. Es difícil porque lo arduo está en mantener nuestra mente y nuestra práctica puras en su sentido fundamental. El desarrollo de la escuela Zen tomó muchas formas después de establecida en la China y al mismo tiempo fue tornándose impura. Sin embargo, no es del Zen chino ni de la historia del Zen de lo que quiero hablar. Lo que me interesa es ayudar a impedir que la práctica del lector se vuelva impura.

En el Japón tenemos el término shoshin, que significa "mente de principiante". El propósito de la práctica es mantener siempre pura la mente de ese principiante. Supongamos que se recita el Sutra Prajña Paramita sólo una vez. Quizás esa recitación resulte de provecho. Pero ¿qué sucedería si se recitara dos, tres, cuatro o más veces? Tal vez se podría perder la actitud original hacia esa oración. Lo mismo ha de ocurrir con las otras prácticas del Zen. Se mantendrá la mente de principiante durante cierto tiempo. Pero si se continúa esa práctica por uno, dos, tres o más años, aunque quizás se mejore un poco, está uno propenso a perder el significado infinito de la mente original.

Para los estudiantes de Zen lo más importante es evitar el dualismo. La "mente original" lo incluye todo en sí misma. Es siempre rica y suficiente por sí misma. No se debe perder esa autosuficiencia del estado mental. Esto no significa tener la mente cerrada, sino, en realidad, mantenerla vacía, pronta. Cuando la mente está vacía, se encuentra siempre dispuesta para cualquier cosa, abierta a todo. A la mente del principiante se le presentan muchas posibilidades; a la del experto, pocas.

Cuando uno discrimina demasiado, se limita. Cuando se es demasiado exigente, o demasiado ambicioso, la mente no es rica ni autosuficiente. Cuando la mente original deja de ser autosuficiente, se pierden todos los preceptos. Cuando la mente se torna exigente, cuando se anhela algo, se termina por contravenir los propios preceptos: no mentir, no robar, no matar, no ser inmoral, etc. En cambio, cuando se mantiene la mente original, los preceptos se mantienen por sí mismos.

En la mente de principiante no surge el pensamiento "he alcanzado algo". Todos los pensamientos basados en el propio yo tienden a limitar la vasta mente. Cuando no se abriga ningún pensamiento de logro, ningún pensamiento del propio yo, es cuando uno llega a ser verdadero principiante. Entonces es cuando se puede aprender algo realmente. La mente de principiante es compasiva. Y cuando la mente es compasiva, es infinita. Dogen-zenji, el fundador de nuestra escuela, recalcaba siempre la importancia de recobrar la mente original infinita. Con ella somos siempre sinceros para con nosotros mismos, resonamos simpáticamente con todos los seres, y verdaderamente podemos practicar.

En resumen, lo más difícil de todo es mantener siempre la mente de principiante. Para ello no es necesario lograr primero una profunda comprensión del Zen, por mucho que se lea sobre el tema del Zen, la lectura de cada oración o frase debe hacerse con la mente fresca y abierta. No se ha de decir nunca "sé lo que es el Zen" o "he logrado la iluminación." Éste es también el verdadero secreto en lo tocante a las artes. Hay que ser siempre principiante. Hay que tener mucho, mucho cuidado en este asunto. Si se comienza a practicar el zazén, se tiene que empezar a apreciar la mente de principiante. Éste es el secreto de la práctica del Zen. 
Shunryu Suzuki




Keizan (1264–1325)


No busquemos ni esperemos nada.
Ni budas ni demonios que nos puedan sorprender.
No seamos inquietados ni atemorizados.
Contemplemos el monte, vivamos en el monte.
Contemplemos el arroyo, vivamos en el arroyo.
 

Queramos acostarnos y acostémonos.
Queramos levantarnos y levantémonos.
No amemos ni odiemos los sonidos.
No amemos ni odiemos las formas.
Como el reflejo de la luna en el agua,
como un rostro en un espejo,
que sigue siendo luna,
que sigue siendo rostro,
el dharma no se turba.
La palabra es como el croar de las ranas.
El silencio es como una columna.
Sin miedo del infierno ni deseo del paraíso,
abarquemos todo el cosmos.

 


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